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martes, 23 de octubre de 2007

La mutación del carácter



A lo largo de este mes de Octubre que ya va claudicando, pero que todavía tiene, al menos por estas latitudes, un brillo inusual, hemos tratado acerca del carácter. En las entradas de los días tres y cuatro de Octubre, veíamos la complejidad que reside en este concepto. En la entrada del día ocho, vimos que esta complejidad se manifiesta en las definiciones que de “carácter” da el diccionario de la RAE. En definitiva, decíamos, que todas estas acepciones se podrían reducir a dos, una simple y una compleja y explicábamos cómo la Biología, y en particular la Genética, se habían mostrado más partidarias de la acepción simple. Por el contrario, a través de la obra de sucesivos autores, veíamos la vinculación del carácter con conceptos importantes para la humanidad, como el significado, la virtud, el alma, la substancia y la voluntad y su unión indisoluble con el entorno manifestada en un texto de Kierkegaard.

Todo esto pertenece al pasado y hoy, a cambio, se nos presenta una nueva y curiosa alternativa, porque: ¿Quién piensa hoy en el carácter como esencia de una persona?. ¿Qué significado ha tomado hoy la palabra carácter?. A diferencia del concepto clásico que impregnó la literatura, el carácter, así como esencia, casi ha desaparecido del mapa y se emplea más bien en su sentido intranscendente, como con minúscula, como cada una o el conjunto de las características que uno tiene: Pelo rubio o moreno, ojos azules o castaños, altura, diversos diámetros. Todos ellos o casi todos son inter-cambiables en clínicas de distintos especialistas mediante el pago de cantidades variables. Como todo, hoy el carácter tiende a ser venal.
Esta mutación conceptual de carácter como espejo del alma a carácter como característica y objeto de mercado ocurre, nos guste o no, en sincronía con el cambio en general, pero en el caso particular que aquí nos atañe, con el desarrollo de la Genética; porque la Genética es la ciencia que estudia la herencia, esto es, la transmisión de los caracteres.

Como el estudio del carácter en sentido clásico es muy difícil o imposible (¿complejidad irreductible?), porque después de tanto tiempo apenas sabemos en qué consiste; hemos tirado por el camino de en medio y, lógicamente, la Genética estudia la transmisión de los caracteres en su sentido fácil, es decir de las características. Haciendo esto la Genética ha cosechado grandes éxitos, algunos de ellos en asociación con la Bioquímica. Pero, por otra parte, ambas también tienen su parte de responsabilidad en el eclipse de un concepto importante. El concepto clásico de carácter tiende hoy a desaparecer.

La Genética tiene aquí una parte de responsabilidad que habrá que analizar con cuidado para que no tenga consecuencias imprevistas.....

domingo, 14 de octubre de 2007

El alma, objeto de la Filosofía Natural en Suárez.




El jesuita español Francisco Suarez (1548-1617) escribió en Salamanca buena parte de sus textos de metafísica. En su segunda sección, apartado 19, de la Introducción a la Metafísica titulado “El estudio del alma racional es sujeto de la Metafísica”, se lee:

El alma racional, en efecto, es una substancia inmaterial y, por tanto, abstrae de materia según el ser, y consecuentemente también en sus nociones más particularizadas. Por este concepto, pues, podría parecer que el estudio del alma racional pertenece a la Metafísica; lo que Aristóteles da la impresión de confirmar en el libro 1 de las partes de los Animales, c 1 al decir que el físico no se ocupa de la consideración de todas las clases de alma.

A esto se opone, sin embargo, que el alma racional, aun en cuanto racional, es una forma natural esencialmente orientada hacia la materia y, como tal, principio de sus operaciones, aun de aquellas que ejecuta con el cuerpo y consideradas del modo peculiar con que el hombre las ejecuta…..

Por ahora contentémonos con decir brevemente que el estudio sobre el alma se ha de reservar para la parte última y más perfecta de la Filosofía Natural. Ante todo, porque la Ciencia que trata el hombre en cuanto hombre es una ciencia física, y el tratar de las partes esenciales es incumbencia del mismo investigador a quien trata estudiar el todo.


Además, aunque el ser del alma es por sí mismo subsistente y separable de la materia en cuanto a la unión actual con ella, no lo es por lo que se refiere a la aptitud y orientación hacia la materia, y consiguientemente tampoco lo es el conocimiento perfecto de su esencia, propiedades y operaciones; ahora bien, todo conocimiento basado en la materia es físico; no hay, por tanto duda alguna de que el conocimiento del alma en cuanto a su substancia, a las propiedades que de suyo le son propias, al modo o estado de existencia y operación que tiene en el cuerpo, pertenece al filósofo de la naturaleza.

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jueves, 13 de septiembre de 2007

Premio "Roberto Alcázar y Pedrín"



Biología humanista anuncia la concesión del I Premio "Roberto Alcázar y Pedrín" a figuras que se hayan destacado por su tarea en la deshumanización de la Biología.

El premio recuerda a los que fueran héroes del cómic, el periodista-detective Roberto Alcázar y su inseparable amigo, el niño Pedrín, ambos peleando incansables contra el crimen por los caminos planos y cuadriculados de la historieta, sin tregua ni compasión.

En esta primera entrega, sin apenas deliberación y abrumados por la enorme publicidad que los sustenta, biología humanista ha decidido premiar ex-aequo al periodista Eduard Punset por el título de su best seller “El alma está en el cerebro” y al inglés Richard Dawkins por su título “The God Delusion”.

Mediante sus títulos (confieso que no he leído más), ambos autores pretenden ahora acabar de un plumazo con toda la Filosofía Medieval, con San Agustín, Santo Tomás, la escolástica y los padres de la iglesia, Pascal, Leibniz, Kierkegaard y Unamuno entre otros autores intachables. El primero de nuestros premiados (EP), pasa por alto un aspecto esencial en la definición del alma que dice que el alma es inmaterial y por lo tanto no está en ninguna parte, menos en ningún menudillo como el cerebro, por complicado que éste sea. Mediante sus pomposos títulos, ambos premiados (sobre todo el segundo, RD) ignoran lo que muchos autores de indiscutible solvencia intelectual han llamado, a lo largo de los siglos “la concepción trágica de la existencia”, vigorosamente expresada, entre otros, en los pensamientos de Pascal y Unamuno y que podría resumirse aquí, a un nivel modesto, diciendo que Dios nos deja la suficiente libertad como para pensar tan torpemente como lo deseemos. De ambos libros, con leer el título ya tengo leído bastante. Supongo que en el libro de Punset podrá haber algo aprovechable que espero me llegue por otros cauces. De Dawkins, con la enorme campaña propagandística que conlleva, no me ha quedado más remedio que ojear alguna crítica, ya es mucho más de lo que pensaba haber hecho después de haber leído en mi tierna juventud su obra “El gen egoísta”, de la cual debería su autor, en lugar de celebrar aniversarios, publicar un público arrepentimiento.

La literatura es basta y, pese al enorme esfuerzo de embrutecimiento que a diario realizan las editoriales, todavía queda material abundante en letra impresa como para no tener que recurrir a estas novedades.