Esquemas mentales
Dedicado a Elena Becker-Barroso por su conversación
El que uno sea más reflexivo o impulsivo, primario o secundario, realista o idealista; el que uno prefiera los caminos o las fondas; todo ello tiene que ver con lo que llamamos “esquemas mentales”.
Los esquemas mentales de cada cual son, en buena parte, producto de la educación y, por tanto, compartidos por una sociedad en su época, por una generación.
El desarrollo del Método Científico, por ejemplo, es una característica de la Historia a partir de la Edad Moderna. A partir del siglo XVII, un motivo constante en los esquemas intelectuales y en la educación, es la búsqueda de la objetividad. Desde Francis Bacon, Galileo y Descartes, la Ciencia ha buscado un discurso objetivo, excluyendo o relegando a un segundo plano elementos subjetivos, tales como creencias, emociones o relaciones particulares entre objetos que, aun siendo parte esencial en la constitución del mundo, por ser complejos y variables, dificultan su análisis.
La búsqueda de la objetividad, tarea necesaria y constante en la Ciencia, es difícil por varios motivos.
Primero, porque, por extraño que suene, el conocimiento se edifica sobre la creencia. Para ilustrar esta afirmación, que me ha proporcionado ya alguna que otra dificultad, tomo prestada una cita de Ortega y Gasset. En su Nota de Presentación de la edición que tengo delante de su obra “En torno a Galileo”dice:
Al descender por debajo del conocimiento mismo, por tanto, de la ciencia como hecho genérico y descubrir la función vital que la inspira y moviliza, nos encontramos con que no es sino una forma especial de otra función más decisiva y básica-la creencia.
Segundo, por la especialización. Especialización implica, nos guste o no, pérdida de objetividad. Sólo haremos una Biología objetiva cuando consideremos debidamente la Historia.
No he sido el primero ni seré el último en advertir la importancia de un debido análisis histórico. Entre otros, un artículo en el New York Times de hoy anuncia el cambio de paradigma.
http://www.nytimes.com/2007/06/26/science/26essay.html?pagewanted=1&_r=1&ref=science
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