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sábado, 13 de octubre de 2007

El carácter en el Renacimiento

En sus memorias, Benvenuto Cellini, el artista del Renacimiento, nos cuenta acerca de la virtud. Cellini explica que su padre tenía un objeto decorativo que consistía en un espejo en el centro de una rueda. Alrededor de él, siete cavidades circulares contenían, cada una de ellas, la representación de una virtud en hueso y marfil teñido de negro. Al girar la rueda, las virtudes se mantenían siempre de pie. Alrededor del espejo había grabado el lema: Rota sum, semper, quoque me verto, stat Virtus. Que se traduce algo así como: De cualquier lado que gire la rueda de la fortuna , la Virtud está siempre de pie.

Para los antiguos, los caracteres de las personas y la virtud venían de arriba, eran un don divino. El propio Andrea Cellini, el padre de Benvenuto, cuando se le anuncia el nacimiento de su hijo exclama:

Lo que Dios me da, me es siempre querido

Sería absurdo para los antiguos pensar que las características más elevadas de la persona y de la moral humana pudiesen estar contenidas en elementos materiales, pero por otra parte se sabía que dichas características eran hereditarias. Es decir, en la antigüedad se sabía que la herencia residía en el mundo material, pero no pertenecía sólo al mundo material.

2 comentarios:

Joaquín dijo...

Así se puede afirmar que el "desencantamiento del mundo" es un proceso de olvido, más que de depuración. La civilización científica habría concentrado su atención en los procesos ¿naturales, físicos? y descuidado los espirituales. ¿Es así?

Emilio Cervantes dijo...

Olvido es un término adecuado si se contrapone a depuración. Desde luego yo depuración no la observo por ninguna parte.

Veo que has evitado cuidadosamente la palabra materiales en la segunda parte refiriéndote a procesos. La habría aceptado gustosamente. Es así como nos van apareciendo las cosas y esto es lo que habrá que seguir analizando, poco a poco. A su debido tiempo.