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viernes, 31 de agosto de 2007

En los límites de la Ciencia



Históricamente, las disciplinas de la Ciencia surgen para dar respuesta a preguntas de hondo calado. La Biología busca la respuesta a la pregunta ¿cómo están constituidos los seres vivos? (¿cómo funcionan?, ¿cómo evolucionan?,…..). La Genética intenta responder a la pregunta: ¿Cómo se heredan las características en los seres vivos?, que también incluye: ¿Cómo está determinado el ser humano por su herencia?.

En el siglo XIX no fue Mendel el único en plantearse estas misteriosas cuestiones en torno a la herencia. Por ejemplo, el filósofo Arthur Schopenhauer, en su libro “El mundo como voluntad y como representación”, incluye unas páginas sobre la herencia de los caracteres en el ser humano que pueden servir como jugoso, ilustrativo y divertido ejemplo de lo que no es una Teoría Científica; es decir, algo sobre lo que uno no puede experimentar, o sea, otro ejemplo decimonónico parecido a la Teoria de Evolución por Selección Natural. Y es que, lo que es Ciencia y lo que no lo es, debería estar hoy ya algo más claro de lo que estaba en el siglo XIX y también de lo que en realidad está.

Hace ya muchos años que Francis Bacon (1561-1626), Galileo (1564-1642), Descartes (1596-1650) y otros, sentaron las bases del Método Científico. Más tarde, Claude Bernard (1813-1878; en la imagen de arriba), dejó bien claramente establecido como debe ser la aproximación científica en Biología y en Medicina, con ejemplos notables de la aplicación del Método Científico en Fisiología entre sus propios experimentos.

Por si todo esto fuera poco, Karl Popper (1902-1994), en su libro “Conjeturas y Refutaciones: El crecimiento del conocimiento científico”, fué muy claro en la definición de una Teoría Científica. Una Teoría Científica debe ser refutable. Debe poner en juego elementos bien conocidos y definidos y establecer nuevas relaciones entre ellos de forma arriesgada, corregible, mutable, no permanente. Su objetivo es agudizar nuestro conocimiento del mundo, no permanecer eternamente. Debe poder ser verificada mediante la experimentación.
Por eso, en su texto, Popper discute acerca de la base científica de algunas teorías del Psicoanálisis. Sea cuales sean sus conclusiones, un caso psicoanalítico siempre presentará un límite ineludible a su aproximación científica: será irrepetible como lo es el ser humano. Por el mismo motivo, Popper se muestra crítico con la teoría evolutiva.

Se pueden hacer aproximaciones científicas al estudio de la evolución, pero serán siempre limitadas, porque la evolución no es algo con lo que experimentamos en el laboratorio sino que, nos guste o no, es única e irrepetible. Lo mismo ocurre con el carácter. Aunque nuestros experimentos emulen las condiciones posibles de la evolución en el pasado, el límite es ineludible. Si bien es cierto que muchas observaciones de casos clínicos pueden indicar tendencias, la experimentación es limitada.

El estudio del carácter y el de la evolución muestran los límites de la Ciencia. Reconocerlo y precisar en qué consisten estos límites es una manera poco frecuente pero útil, de contribuir al avance del conocimiento.



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miércoles, 29 de agosto de 2007

El campo y la ciudad





En el texto de Azorín titulado "Un pueblecito : Riofrío de Avila", aparece una curiosa anécdota.

Un viajero de los tiempos en que se hacían viajes en globo, describe sus experiencias al aterrizar en unos y otro lugares y relata la gran diferencia que encuentra entre aterrizar enmedio de una gran ciudad o en sus aledaños, o bien, hacerlo en un entorno rural. Dice el viajero, y transmite Azorín, que los habitantes del campo son mucho mas atentos y propensos a dar un trato acogedor al viajero que los habitantes de las ciudades. Dicho de otro modo, que la vida en un ambiente rural permite un mayor desahogo, tal vez relacionado con la expresión del carácter; mientras que la vida urbana, por el contrario, podría tender a restringir la expresión del carácter y a deshumanizar al hombre. Curioso,... ¿Será la deshumanización una propiedad exclusiva de la vida urbana o será una consecuencia ineludible del progreso y de la tecnificación?.



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lunes, 30 de julio de 2007

Crucero con el coronel



Fascinado por el parecido entre Tom Cruise y un coronel alemán que, por lo visto, quiso matar a Hitler, me propongo escribir a partir de Septiembre una serie de entradas en relación con la herencia del carácter (o de los caracteres, ya veremos,……) enfín, con la Genética.
Ciertamente, Cruise se parece mucho al coronel von Stauffenberg. Personalmente, siempre he encontrado este tipo de parecidos inquietante, como si mostrasen la punta de un iceberg al que la Ciencia y en particular la Genética se acercan peligrosamente. ¿Revela el parecido físico un parecido en el carácter?. ¿Tendrán Cruise y von Stauffenberg un antepasado común cuyas culpas se hayan tenido que repartir a medias?. ¿Qué entendemos por carácter?. ¿Es algo que pueda someterse al Método Científico? O, ¿por el contrario su complejidad escapa al reduccionismo?.
Con los parecidos ocurre, como con tantas otras cosas, que nos reímos por no llorar. La risa provocada ante la visión de un sosia, es decir de una persona que es casi igual que otra con la que, a priori, no tiene ninguna relación de parentesco, oculta nuestra ignorancia y disimula una sensación de vergüenza por esta mona que cada día vestimos de manera diferente, pero sin conseguir disimular su verdadera naturaleza. Nuestra más auténtica naturaleza es la del no-saber y vistámosla como la vistamos, su pelaje asoma por todas las costuras. Llevada a su limite, nuestra ignorancia es tal que ni tan siquiera sabemos si somos únicos o no. Hasta cabe la posibilidad que de cada uno de nosotros tenga o pueda haber habido en otra época un sosia, es decir, como un semejante pero más semejante, un igual.
Los parecidos, los caracteres, su herencia,… fuentes inagotables para el estudio y la imaginación. La Genética entró fuerte en el estudio de la herencia; pero su análisis no termina de resolver antiguas dudas acerca del carácter, un toro bravo en cuya lidia la literatura se complace, mientras que la Ciencia parece eludirlo, por concentrarse en cosas más puntuales, más ligeras, más dóciles para estudio, que no lidia: quizás más en características que en carácter. Ovejas más que toro de lidia.
Porque a la par que el desarrollo de la Genética, hemos presenciado una pérdida de importancia en conceptos que tradicionalmente eran esenciales en la definición del carácter, dando así pie a que, algunos malpensados puedan asociar a los avances científicos con la pérdida de valores, así en general. ¿Yerran completamente quienes así piensan? O, por el contrario,… ¿el avance científico y la pérdida de valores podrían ser manifestaciones del mismo fenómeno?. Propuestas para un debate abierto que no se resolverá en cuatro días, pero que invita a la reflexión,.......



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miércoles, 25 de julio de 2007

Viejas costas, nuevos continentes


Curiosamente, ahora que se anuncia un cambio en la manera de entender la vida, algunos de los defensores de los puntos de vista de la Selección Natural reclaman una explicación alternativa, como con premura, exigiendo. Diciendo: "Si esto no te convence, entonces tú eres quien ha de presentar ahora, urgentemente, alternativas válidas".

Pues bien: ¡no!. A ellos, tan activos siempre, hay que decirles: ¡Un momento!.
La Selección Natural ha vendado los ojos de los estudiantes de biología y de los biólogos durante muchos años. Ha contaminado sus maneras de pensar, de diseñar experimentos y de interpretarlos. Ahora, antes de forjar nuevas hipótesis sobre el paisaje que tenemos delante, tendremos que dedicarnos a su contemplación. Luego, ya hablaremos, pero primero hay que ver y describir, sin prisas. Con cuidado y atención porque ya sabemos que la mirada es delicada y puede corromperse fácilmente.

Por una de esas coincidencias que tiene la vida, hace poco me envió mi hija Julia una frase que se había encontrado en una hoja suelta dentro de un libro en una librería de viejo en Berlín. Al parecer estuvo hablando con el librero sobre el significado de la frase que, por lo visto, es original de André Gide y que, en alemán era:

"Man entdeckt keine neuen erdteile, ohne den mut zu haben alte küsten aus den augen zu verlieren".

Gide escribió :

"On ne découvre pas de nouveaux continents sans avoir le courage de perdre de vue des côtes anciennes ".

Es decir, que uno no descubre continentes nuevos sin tener el valor de perder de vista viejas costas, y eso lleva su tiempo.


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lunes, 23 de julio de 2007

Una frase lamentable

En su reciente artículo en una de las revistas más prestigiosas del pensamiento y la cultura en lengua española, un conocido catedrático de bioquímica comienza uno de sus apartados con estas palabras:


Las plantas pueden considerarse como artefactos capaces de convertir energía luminosa en energía química,………


¿Artefactos?. ¡Qué expresión tan inapropiada para referirse a las plantas!.

Estén donde estén los orígenes de la humanidad y vayamos un día o no a encontrarlos, cosa que parece difícil, una cosa es cierta. Las plantas han sido su apoyo y tutela desde entonces. Las plantas han alimentado, vestido, curado, protegido, calentado, adornado, inspirado, consolado, proporcionado remedio, sombra y cobijo a los males y necesidades del hombre desde sus orígenes. Todo a cambio de nada, bueno, de nada no: de su aprovechamiento sin medida que ha acompañado al progreso y a los avances tecnológicos.

¿Acaso no merecerían las plantas, a cambio de todo aquello, un trato respetuoso?. ¿O es que acaso se les supone indiferentes al trato?. No creo, al menos porque si tratamos mal a las plantas, a la larga podemos ser los humanos quienes lo pagaremos.

Considerar a las plantas artefactos es peligroso. Hacerlo al lado de textos de profundo contenido filosófico, en una de las revistas más prestigiosas del pensamiento y la cultura en español, es además, lamentable.

No comentaré otros aspectos del artículo en cuestión que es una muestra más de cómo la tecnología viene a ocupar el lugar que va dejando el pensamiento en su retroceso, pero sí ofreceré, para contrarrestar, dos opiniones de distinto aire.

Una, no de un biólogo, sino del psicólogo y humanista Carl Gustav Jung:

“Las plantas también me interesaron, pero no en un sentido científico. Me sentí atraído hacia ellas por una razón que no puedo entender, y con el fuerte sentimiento de que no podían ser arrancadas y secadas. Eran seres vivos con un significado que duraba mientras crecían y florecían; un oculto y secreto significado, uno de los pensamientos divinos. Debían mirarse con admiración y contemplarse con asombro filosófico. Lo que el biólogo tenía que decir acerca de ellas era interesante, pero no era lo esencial. Tampoco yo podría explicar qué era lo esencial.”

Y otra, ahora sí, de una bióloga. La sensación descrita por Barbara Mclintock al contemplar sus preparaciones de cromosomas de maíz:

“you forget yourself—it surprised me that I actually felt that---these were my friends. As I looked at the genes they became part of me.—The main thing about it is that you forget yourself.”

No es correcto considerar a las plantas artefactos, menos hacerlo en una revista de pensamiento.



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viernes, 20 de julio de 2007

Una frase para pensar


The greatest homage that can be paid to an empirical theory is the constructive criticism that makes it obsolete at an early age.

Henry S. Horn. The Adaptive Geometry of Trees. Preface. 1971.







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miércoles, 18 de julio de 2007

Coda con figuras victorianas


La exposición internacional de Londres en 1851 marcó el momento cumbre en una época en la que el Imperio Británico se sentó en la presidencia del mundo.

Documentos ejemplares presentando aspectos importantes en torno esa época son:



1) La Saga de los Forsyte, de John Galsworthy. Historia de una familia en la que nos demuestra la importancia obsesiva y omnipresente del dinero, su penetración en todos y cada uno de los aspectos de la vida, que no ha cesado hasta la actualidad. Aquel sistema económico ha crecido y ha invadido el mundo.



2) Las novelas de Arthur Conan Doyle, en las que se manifiesta la confianza, propia de entonces, en el razonamiento que llega a considerarlo capaz de entender el mundo. Hoy las posibilidades de la razón han encontrado sus límites; tanto en general, como en el terreno de la ficción. Lönnrot, detective en la novela “La muerte y la brújula”, de Jorge Luis Borges, siguiendo esquemas de razonamiento similares a los de Holmes, acaba siendo inocente víctima de sus perseguidos.

3) La obra de Charles Darwin, en la que se interpreta la naturaleza de manera simple y acorde con los tiempos imponiendo un lenguaje antropomórfico en el que domina la selección, la competición y la lucha, conceptos todos inadecuados en la descripción de la naturaleza. Darwin no es responsable del empeño, propio del siglo XX, por mantener la llamada Teoría de Evolución por Selección Natural, que no es una Teoría Científica, como si lo fuera. Si se hubiese tratado de una Teoría Científica, el lugar ocupado por el empeño en mantenerla habría sido ocupado por el empeño en refutarla, actitud propia de la mentalidad científica con toda teoría.
A diferencia de lo que ocurre en el mundo de la ficción y en otros muchos aspectos del mundo real, la razón todavía no ha desarrollado su plena competencia en el estudio de la naturaleza, porque muchos de los resultados de la Biología han sido cubiertos bajo estas ideas peregrinas que ahora el viento se deberá llevar. Es ahora el momento de ejercitarse y ver hasta donde la razón puede llegar en la interpretación de los datos de la Biología, cuando esta se libere de visiones torpes que han tenido sus resultados en secuestro. Por eso, claramente, la Biología es para pensar.





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lunes, 16 de julio de 2007

Reflexiones para un cambio: Conclusión.


A Juana que me ayuda a ver


Guardo un catálogo que describe la obra del acuarelista Juan Bonafé (1901-1969). En él, el poeta Enrique Azcoaga (1912-1985), escribe:

Es el mejor acuarelista español. La Cosa, por aquel entonces estaba entre Cristobal Hall, Ramón Gaya, Juan Bonafé y todos los que, como ellos, utilizaban un procedimiento, demasiado envilecido por los técnicos, para vincularnos inefablemente con el milagro del mundo.”

O sea, entiendo yo, que la técnica (o su exceso) puede envilecer un procedimiento. Pero,...también la técnica es necesaria para revelar aspectos nuevos e importantes del mundo. Ambas cosas son ciertas. La técnica es necesaria; su exceso, perjudicial.


La solución está en la justa medida. La medida adecuada que debe haber en cada cosa. A alguien que no vea bien, unas gafas (técnica) le ayudan a contemplar los milagros del mundo; a otra persona que vea bien las mismas gafas le impedirán verlos.

El darwinismo ha cumplido su función. Ha cubierto los brillantes paisajes de la Biología Molecular con una capa estéril de arena. Ahora hay que eliminar esa capa y reinterpretar. Para ello no es indispensable hacer experimentos, ya hay muchos hechos, sino observar y analizar cuidadosamente. La base de la Biología es experimental, su desarrollo, teórico. Por eso Sydney Brenner dijo que la Biología será una disciplina teórica .




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miércoles, 11 de julio de 2007

Reflexiones para un cambio (III): Un limón del siglo XVII todavía por exprimir.



La “Historia serpenta et draconi” de Aldrovandi se publicó en la primera mitad del siglo XVII. Unas décadas después, en 1657, se publica la "Historia naturalis de quadripedidus" de Jonston. En su obra “Les mots et les choses”, Michel Foucault compara ambas obras y nos cuenta cómo el avance entre ambas consistió en eliminar, en la segunda, elementos de la primera. La obra de Jonston inaugura la época del rigor científico excluyendo aspectos que consideraba la de Aldrovandi, no sólo aquellos de la fábula y la mitología, sino también algunos propios de la vida de los animales, fruto de complejas interacciones que la ciencia, en su búsqueda de la objetividad, y la consiguiente definición de los objetos, como entidades libres del ruido del mundo, ha descartado.

Dice Foucault:

"La Historia Natural encuentra su lugar en esta distancia, ahora abierta, entre las cosas y las palabras —distancia silenciosa, carente de toda sedimentación verbal y, sin embargo, articulada según los elementos de la representación, justo aquellos que podrán ser nombrados con pleno derecho. Las cosas llegan hasta las riberas del discurso porque aparecen en el hueco de la representación. "

El hueco de la representación es, ni más ni menos que el que queda entre la realidad y la Ciencia. A mi entender, hay un responsable de abrir esa brecha. La responsabilidad de esa distancia entre las palabras y las cosas recae en el empeño por la búsqueda de objetividad. El tratar a los seres complejos inseparablemente unidos entre sí e integrados en el mundo como lo que no son, es decir, como meros objetos.

¿Consistirá la tarea de la Nueva Biología en acortar la distancia entre las palabras y las cosas de la que nos habla Foucault?. ¿Habrá que incluir para ello en la consideración de la Naturaleza elementos de la fábula y la mitología?, o,… ¿tal vez será suficiente con reconocer la complejidad, fijar la meta en su descripción y estudio e incluir debidamente las relaciones particulares y sorprendentes que tienen lugar entre los seres vivos?. El limón de Aldrovandi se libró de la furia de la objetividad y por eso ofrece el brillo propio de la vida. No tiene nada que ver con una fotografía y espera ser exprimido.




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lunes, 9 de julio de 2007

Reflexiones para un cambio (II): El biólogo ante la prensa.




Un nombre tiene significados diferentes, a veces opuestos. La prensa de uva, como la de la fotografía, retiene la pulpa y el hollejo y ofrece el mosto. La prensa de los diarios, a cambio, cada vez retiene más el mosto y ofrece a sus lectores el hollejo.

Por ejemplo: ¿Qué es el ser humano?. La prensa, con el apoyo de algunas figuras de la biología moderna, que no de sus resultados, insiste en la existencia de un conjunto de características moleculares propias del ser humano. Así, se puede leer a menudo que el Genoma Humano se parece en tal o en cual porcentaje al del chimpancé. Pero lo que ya no se ve tanto en los papeles es una explicación acerca de en qué pueda consistir la diferencia. No se habla aquí de diferencia cuantitativa, que hablando de especies no parece suficiente, sino cualitativa. ¿Existen elementos definidos en el genoma humano que no existan en el del chimpancé?. O, ¿más bien ocurre, como yo sospecho, que la principal característica del genoma humano hasta el momento estriba en su procedencia?. Porque si después de todo, resulta que la mejor definición de Genoma Humano va a ser el genoma obtenido del ser humano, entonces para ese viaje no se necesitaban alforjas. Sí, obtendremos aplicaciones prácticas, pero no saldremos de dudas.

El último diente encontrado en Atapuerca tiene 800000 años, cero más o cero menos, y se nos dice que es humano. Pero lo importante no es que cualquier diente o pieza sea o no humana, sino precisamente el por qué creemos, o no, que lo sea. Lo importante no es lo que se nos dice sino, justo lo contrario, lo que se oculta. Es decir: ¿Qué nos hace humanos?. Porque si hemos decidido ya, o alguien lo ha hecho por nosotros, que esta pregunta la tiene que contestar un experto en cladística o en PCR, en primer lugar esto ha sido sin avisar; y, en segundo lugar, entonces apaga y vámonos, porque esta pregunta, se haya decidido o no lo que sea, la contestamos todos con nuestro hacer, queriéndolo o no y valdrá más saberlo.

Cuando los resultados de la genómica han mostrado la complejidad que encierra el análisis de los genomas y que, básicamente todos los genomas de organismos eucariotas están formados por elementos semejantes, la divulgación científica parece, por el contrario, empeñada en defender a ultranza la existencia de diferencias entre especies, de un genoma propio y característico de cada especie, como haciendo de muro de contención ante la amenaza de que la realidad llegue a invadir al público inocente. Pero no, aunque se empeñe la prensa, no parece que la bioquímica vaya a definir por ahora lo que es ser humano.

Por otra parte, y entre paréntesis aquí, se insiste en la longevidad y en la salud como atributos principales; se abren las puertas a la clonación y reproducción asistida, facilitando que aquellos que tienen los medios económicos vivan más tiempo y dejen más descendencia. Al fin y al cabo, ¿qué es la Selección Natural sino única y exclusivamente esto?. Para no meter más paréntesis, otro día tocará hablar de la genética y su influencia en los conceptos y caracteres humanos.

En fin, ante este panorama, el hacerse uno preguntas del tipo de: ¿Cuál es la relación del hombre con la naturaleza?, resulta pedante y completamente fuera de lugar y tiempo; más que anticuado, obsoleto. Inútil intentarlo. La relación del hombre con la naturaleza es obvia: aprovechamiento de recursos y no necesita reflexión ninguna, sino más bien cada cual agarre su pieza del botín y sálvese quien pueda.

Al no encontrar una definición clara para el ser humano que la Biología no aporta, lo mismo que tampoco para el concepto de especie, las noticias tendrían que ser complicadas, o si no, prudentes y, a veces, simplemente humildes, del tipo: Vaya, pues de esto no sabemos nada, todavía. Pero no, por el contrario, el biólogo ante la prensa se ve obligado a cerrar filas en una defensa a ultranza de las normas establecidas, las diferencias entre especies y las peculiaridades del ser humano, ocultando así lo evidente: Sus características biológicas, su código de barras, su genoma está formado por elementos comunes a todos los seres vivos. Todos los genomas están formados con los mismos elementos: transposones y sus fósiles, secuencias repetidas.

Por todo ello conviene reflexionar si acaso no es la educación, y no el genoma, lo que nos ha hecho humanos durante milenios. A la hora de definir la condición humana, la biología tiene poco que aportar, sino más bien reconocer humildemente que la educación lo es casi todo y necesita un fundamento, no biológico, sino moral.



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jueves, 28 de junio de 2007

Reflexiones para un cambio (I): Como Rilke, pero al revés.


Dedicado a Máximo Sandín, azote de darwinistas, y a Patricio Gómez, profesor de armonía, que me llevó a conocer sus escritos


Va siendo evidente que es necesario un cambio en el modo de entender el mundo, en la interpretación de la vida. Ni la Historia Natural antigua; ni la moderna, más metódica y objetiva; ni la aún inmadura Biología, han proporcionado respuesta suficiente a las preguntas que la humanidad lleva haciendo, de una u otra forma, durante siglos: ¿Qué es el ser humano?, ¿Cómo su relación con la naturaleza?. Tal vez estas preguntas nunca tengan una respuesta satisfactoria y si sólo así fuese, entonces el problema no sería grave. Pero la cuestión no es tan simple, y ocurre que las respuestas a estas preguntas, acertadas o no, condicionan el mundo, lo mueven de una u otra manera, hacen que gire en una u otra dirección, como el disco que acompaña a la foto de Rilke…..

El problema es que, cuando tales cuestiones se dejan llevar a hombros de biólogos contemporáneos, especializados y, como tales, a menudo ignorantes de la Historia y de la Filosofía, se escuchan respuestas peregrinas. Como, por ejemplo, el decir que en la Naturaleza todo es producto de la Selección Natural y de la competición. Cuando en realidad lo que ocurre es un mecanismo de retroalimentación positiva mediante el cual si creemos en la Selección Natural y en la competición, aumentan las posibilidades de éxito y, el éxito conseguido se adornó toda la vida con este tipo de ideas (Selección Natural, éxito bendito, o, como decía el refrán castellano "A quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga"; que, en definitiva viene a ser lo mismo). Semejantes ideas, refranes o creencias son respuestas torpes para preguntas clásicas, que han calentado la cabeza de forjados pensadores. No solamente son en sí vanas, sino que, por proceder de mentes respetadas, pueden contribuir eficazmente a la creación de un mundo hueco. Si nos creemos que todo es competición y lucha, crearemos un mundo en el que no haya más que competición y lucha. Vaya, por decir un ejemplo.

El cambio es, por tanto, necesario. Para ver en qué puede consistir y a dónde nos llevará hay que reflexionar con una mirada puesta hacia atrás, hacia la Historia. En algún lugar de ella estarán enterradas las claves del fracaso de la Biología y entiéndase aquí fracaso como lo que es. La Biología no ha fracasado a la hora de modificar el mundo o desarrollar aplicaciones agrícolas, sanitarias, comerciales o industriales. En este aspecto, la Biología ha sido cosecha de éxitos. A cambio, su fracaso ha consistido en la imposibilidad de responder a aquellas preguntas que llevan rondando a la humanidad por siglos y, para ir dando pistas, puede que lo uno y lo otro, éxito y fracaso sean las dos caras de la misma moneda. Si así fuese, la mejor manera de evitar más fracaso tendría que ser, directamente limitando el éxito. Algo así como justo lo contrario de lo que cuentan que dijo el poeta Rilke a un amigo psiquiatra: “Mejor no me psicoanalices, porque si echamos a los demonios, se irán con ellos los ángeles”. Pues bien, aquí podríamos decir: “Echemos a los ángeles, para que, en su viaje se lleven también a los demonios”; Procuremos que el éxito de la Biología mengüe, porque así lo hará también su fracaso.







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Bienvenidos al cambio


Desde la carátula de su vinilo, el joven profeta nos da la bienvenida al cambio que anunció para su época, como algunos años antes Heráclito lo hiciera para el mundo. Aquel que fue joven rebelde, hoy flamante Principe de Asturias de las Artes, no sólo anunció el cambio y acertó sino que lo vivió, ejemplarmente en sí mismo.

Hoy está claro que el cambio de Heráclito, el de Bob Dylan y el que, según el New York Times, afecta ahora a la Biología, no son procesos continuos, uniformes. En la naturaleza, y también en la vida humana, las cosas importantes entran y salen más bien a golpes, lo que se ha dado en llamar Equilibrio Puntuado.

Ante el cambio hay que estar preparado, verlas venir. Por eso, esta entrada da la bienvenida a una serie que iré publicando en los próximos días. Con el titulo "Reflexiones para un cambio", en tres reflexiones y una conclusión intentaré definir algunos aspectos del cambio que viene en Biología. Si alguien quiere una idea por anticipado sobre en qué consistirá el cambio, para mí no hay duda: La Biología deberá humanizarse. Esto significa dos cosas, por un lado, ser más humana en el sentido de humanitaria (menos ya no puede ser). Por otro, impregnarse de humanismo, de sana teoría, que práctica ya hay bastante por asimilar. Su trabajo tiene lugar en un mundo plural, variado y dentro del viejo discurso acerca de la vida que concierne a todos y no es cosa de hace cuatro días.




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martes, 26 de junio de 2007

Esquemas mentales




Dedicado a Elena Becker-Barroso por su conversación

El que uno sea más reflexivo o impulsivo, primario o secundario, realista o idealista; el que uno prefiera los caminos o las fondas; todo ello tiene que ver con lo que llamamos “esquemas mentales”.

Los esquemas mentales de cada cual son, en buena parte, producto de la educación y, por tanto, compartidos por una sociedad en su época, por una generación.

El desarrollo del Método Científico, por ejemplo, es una característica de la Historia a partir de la Edad Moderna. A partir del siglo XVII, un motivo constante en los esquemas intelectuales y en la educación, es la búsqueda de la objetividad. Desde Francis Bacon, Galileo y Descartes, la Ciencia ha buscado un discurso objetivo, excluyendo o relegando a un segundo plano elementos subjetivos, tales como creencias, emociones o relaciones particulares entre objetos que, aun siendo parte esencial en la constitución del mundo, por ser complejos y variables, dificultan su análisis.

La búsqueda de la objetividad, tarea necesaria y constante en la Ciencia, es difícil por varios motivos.

Primero, porque, por extraño que suene, el conocimiento se edifica sobre la creencia. Para ilustrar esta afirmación, que me ha proporcionado ya alguna que otra dificultad, tomo prestada una cita de Ortega y Gasset. En su Nota de Presentación de la edición que tengo delante de su obra “En torno a Galileo”dice:

Al descender por debajo del conocimiento mismo, por tanto, de la ciencia como hecho genérico y descubrir la función vital que la inspira y moviliza, nos encontramos con que no es sino una forma especial de otra función más decisiva y básica-la creencia.

Segundo, por la especialización. Especialización implica, nos guste o no, pérdida de objetividad. Sólo haremos una Biología objetiva cuando consideremos debidamente la Historia.

No he sido el primero ni seré el último en advertir la importancia de un debido análisis histórico. Entre otros, un artículo en el New York Times de hoy anuncia el cambio de paradigma.

http://www.nytimes.com/2007/06/26/science/26essay.html?pagewanted=1&_r=1&ref=science




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miércoles, 20 de junio de 2007

Caballero andante




Me pregunta un amigo por correo electrónico que a dónde quiero llegar con el ataque a Darwin. Si al creacionismo, al diseño inteligente o a la necesidad de un Dios para explicar aquello a lo que todavía no hemos accedido experimentalmente.
Por si, al leer el blog, a alguien más se le ha ocurrido la misma pregunta, contesto aquí:
No he atacado a Darwin, ni pretendo atacar a nadie, sino entender cómo y por qué ocurren las cosas.

No quiero llegar a ninguna parte. Me gustan más los caminos que las fondas.



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Este año no tocan Los Mitos : Un problema de Historia.


La presencia de cada objeto en el mundo tiene una trayectoria con un principio, un tiempo de desarrollo y un fin. Su interpretación pertenece a la Historia y, por eso, una de las principales tareas y responsabilidades de la Historia es el definir cuáles son sus objetos de estudio: Territorios geográficos, imperios, orquestas, personajes o disciplinas científicas. Las disciplinas científicas y el conocimiento, en general, evolucionan con las sociedades a las que pertenecen y en las que ocurren. Es absurdo pensar que el conocimiento es acumulativo y consiste en amontonar información sobre los hechos y las verdades del mundo. Cada época histórica se caracteriza por una visión del mundo propia que incluye determinada manera de interpretarlo (ciencia) y de hacer Historia. Si la Biología es una ciencia experimental y la Biología estudia la vida, entonces no hubo Biología hasta el siglo XIX o más precisamente, hasta el siglo XX. Esto lo confirma el hecho de que la palabra Biología apenas existía antes y se usó poco a lo largo del siglo XIX. El estudio experimental de la vida parte de Buchner (Nobel de 1907) en cuyos trabajos demostró que las actividades bioquímicas (enzimáticas) ocurrían también en extractos libres de células, abriendo paso a la Bioquímica. La Biología, una ciencia experimental, es fruto del siglo XX. Pensar hoy que la Biología parte de Aristóteles y que, Alberto Magno, en la Edad Media, o más tarde Linneo o Buffon estuvieran haciendo Biología es un error garrafal y muy extendido entre los biólogos. Su actividad poco tiene que ver con la Biología, si pensamos que esta consiste en la aproximación experimental al estudio de los seres vivos. Darwin no era un biólogo, apenas un científico experimental. Su aparición, constante y en lugar destacado, en libros de texto y páginas web de Biología, implica una visión anticuada que, de persistir, acabará por convertirse en empeño por hacer ver las cosas como no son, es decir, manipular. Esta visión anticuada que puede convertirse en empeño tiene su explicación histórica. Cuando a lo largo del siglo XX se fueron acumulando resultados de la experimentación bioquímica, no existía una base teórica para darles una explicación y una cohesión y se recurre al darwinismo. El neo-darwinismo se constituye así en paradigma de la Biología como lo indica la repetida frase de Dobzhansky: “En biología nada tiene sentido si no se considera bajo el prisma de la evolución”. La novedad de los resultados del método experimental (Bioquímica, Genética,…en definitiva Biología) reclamaba entonces, para su interpretación, la atención de una disciplina más antigua (evolución) que pudiera aportar una visión histórica (coherencia). Hoy, en 2007, la situación ha dado la vuelta y pretender que esto no es así es no ver la realidad. Los abundantes resultados recientes de la Biología (Bioquímica, Genética,…) confirman la mayoría de edad de esta disciplina y reclaman su autoridad frente a disciplinas no–experimentales y, necesariamente más especulativas como es el estudio de la evolución. Ayer, hoy y siempre, la luz debe iluminar a las tinieblas y pretender lo contrario (que las tinieblas iluminen a la luz) es un error, imperdonable para los docentes. Las palabras en la frase de Dobzhansky, han jugado al juego de la silla y quedan así dispuestas: “En evolución nada tiene sentido si no se considera bajo el prisma de la Biología”. La primera década del siglo XXI es bien diferente de la década de los sesenta. Los conjuntos musicales no son lo que eran. La Biología es una ciencia con una autoridad y entidad propia.

Este año no van a tocar los Mitos.







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