.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Cuentos ultradarwinistas



Comentario del libro:

El cuento del antepasado. Un viaje a los albores de la evolución. Dawkins, Richard. Antoni Bosch Editor. Barcelona, 2008. 880 páginas.






Richard Dawkins, zoólogo evolutivo y escritor prolífico, nos tiene acostumbrados a un estilo arrogante en libros de marcado carácter darwinista. En alguna página de éste que aquí comentaré, indica que alguien le ha llamado ultradarwinista y que el adjetivo, lejos de molestarle, le complace. La saga continúa aquí con paso firme.

"El cuento del antepasado" presenta un viaje lúdico hacia atrás en el tiempo mediante el cual, a través de capítulos sucesivos ilustrados con varios "cuentos menores" nos vamos encontrando con nuestros probables antepasados en la Escala Naturae. Desde el principio, en un capítulo titulado "La vanidad retrospectiva", el autor deja firmemente asentados sus fundamentos de partida. En primer lugar y para no variar, el darwinismo. Ya en la primera página de este capítulo dice:

La evolución rima, las pautas se repiten, y esto no ocurre por casualidad, sino por razones perfectamente comprensibles y en su mayor parte darvinianas, pues la biología, al contrario que la historia o que la física, cuenta ya con su gran teoría unificada, aceptada por todos los profesionales informados,...

Insulta así a quienes vemos claramente que la biología carece de una gran teoría unificada (¿querrá decir unificadora?). Pero no se molesta en explicar cuál es esa panacea. ¿Para qué, si todo el mundo lo sabe? Dawkins se refiere a la Teoría Darwinista de Evolución por Selección Natural (llamaré SN, ver más adelante su párrafo tomado de la p 233), pero la SN no explica ni unifica nada en biología. Si así fuese, el autor dedicaría algún párrafo cuidadoso y detallado a su descripción y a su demostración, porque las teorías hay que demostrarlas. No sólo no lo hace, sino que emplea a menudo el adjetivo darwiniano aplicado a giros, argumentos y razones, sin indicar su significado. Si por razones darwinianas hemos de entender la SN, el autor debería haberlo dicho así de claro explicando desde un principio en qué consiste en lugar de soltar letanías dirigidas a la tan omnipotente (literalmente en la p 599), oportunista (p 299), capaz de ordenar (p 107), fuerte para llevar a los genes por buen camino (195) en definitiva, omnipresente SN cuya actuación el autor no sabe explicar:

De realizar la modificación se encargó, hace miles de años, la selección natural, aunque exactamente no se de que modo logró producir la tolerancia a la lactosa en individuos adultos (p 62)

No obstante, se permite decir

Ahora que la ciencia ya no tiene que convencer a nadie de que la selección natural es verdadera y la teoría se halla plenamente consolidada... (p 233):

Para defender su dogma (SN), combate con fantasmas porque nadie discute si la SN es verdadera o no, que no nos importa. Lo que discutimos es su validez como teoría científica, porque la ciencia no se alimenta de verdades absolutas sino de teorías que puedan ser sometidas a experimentación y contrastadas, antes de ser aceptadas (si son demostradas) o rechazadas (en caso contrario). En este y otros sentidos, el libro es prueba de una gran confusión mental que se manifiesta, por ejemplo, cuando se refiere a darwinismo cósmico o en frases como estas:

Lógicamente nosotros que reflexionamos sobre estas cuestiones, hemos de encontrarnos en uno de esos universos, por raros que sean, cuyas leyes y constantes sean capaz de generarnos (p 24)

Desde el punto de vista evolutivo, lo lógico es que exista una gama continua de estadios intermedios (p 102)

Todos los estadios intermedios formarán un continuo gradual dentro del cual cada generación habrá podido procrear con su padre o su hijo del sexo opuesto (p 419)

Con el paso del tiempo evolutivo, la carrera armamentística progresa (p 789)

A lo largo de casi setecientas páginas, se describe un viaje hacia atrás en el tiempo en el que, mediante treinta y nueve encuentros consecutivos que comienzan en el que tiene lugar entre homínidos y chimpancés y terminan en las eubacterias, se recorre la historia evolutiva. Para ello, el prólogo general explica los argumentos de que se dispone para investigar el pasado. Aunque indica tres argumentos, en realidad son dos (el primero basado en los fósiles, el segundo en comparaciones de secuencias de DNA). Por los fósiles, el autor no siente demasiado respeto (Los fósiles son un extra; un extra muy de agradecer, por supuesto, pero no imprescindible, dice en la p 36). Tampoco resuelve un viejo argumento que el mismo indica como circular (p 38): La roca devoniana se reconoce porque tiene los fósiles devonianos.

En cuanto a la comparación de secuencias de DNA, reconoce (p124) que no se le dan muy bien las matemáticas y se toma muy poca molestia en explicar los fundamentos para la construcción de los árboles filogenéticos que son la clave del libro. Hasta la página 597 no dice: ha llegado el momento de explicarla detalladamente. Se refiere a la técnica del reloj molecular, pero tampoco entonces la explica, ni en general; ni en particular, para cada encuentro. Quizás porque alguien debe haberle hecho ver el fracaso del libro en este sentido, en un apéndice (pp 809-816), Yan Wong que es coautor de algunos capítulos, escribe unas breves notas a las filogenias que aún así siguen inexplicadas, porque decir que una filogenia se ha obtenido a partir de estudios, datos o diagramas moleculares e indicar la respectiva referencia original es insuficiente.

Las comparaciones de secuencias aportan datos acerca de la divergencia de las moléculas de DNA en el tiempo (reloj molecular), pero si su aplicación no está libre de controversia (p 438), el salto arbitrario de una hipotética escala temporal al número de generaciones que se hace en los sucesivos encuentros no solamente es incierto, sino que conduce a un grave error: El de pensar que el DNA solo se transmite mediante la generación (reproducción). El libro ignora completamente toda posible transferencia horizontal de DNA (entre distintas especies), algo que no solamente está más que demostrado en la actualidad, sino que se utiliza en múltiples protocolos en biotecnología. Los relojes moleculares, dice en la p 606, son eficaces si están calibrados con fósiles, pero eso trae problemas porque el calibrado adecuado requeriría la verificación con DNA extraído del fósil, lo cual es más que excepcional, ultra-excepcional.

Con las bases sentadas de manera tan vulnerable, comienza la peregrinación, guiada por un líder que sostiene, no obstante con mano firme, el báculo de su autoridad, propia del autor consagrado. La genealogía de la especie humana se expresa en una serie de árboles filogenéticos en los que no cree ni el propio autor (p 250: la historia aparentemente clara y metódica de los contepasados, los puntos de encuentro y los peregrinos se nos van sumando en realidad es objeto de encendidos debates y sufre modificaciones cada vez que se lleva a cabo una nueva investigación).

Porque: ¿cuáles y cuántos son realmente los ejemplares representativos de cada especie, de cada nombre? ¿Qué define a un Orrorin o sirve para identificar a una Lucy (p 144)?. No estoy en absoluto de acuerdo cuando dice: Podemos dejar de lado el tema de los nombres (p 119). El tema de los nombres es fundamental y no podemos dejarlo de lado porque en cada momento debemos saber qué significa cada nombre. ¿Qué sabemos, por ejemplo, de Homo rudolfensis? ¿O, es que, acaso se están poniendo nombres a objetos que se van encontrando por el campo con motivos publicitarios o simplemente por satisfacer el ego de sus descubridores?

Cualquiera que haya comenzado a realizar su árbol genealógico familiar se habrá dado cuenta de dos cosas: Primera, lo difícil que es avanzar a partir de un momento dado (normalmente la cuarta o la quinta generación) y segunda (y más importante), que las sorpresas aparecen en mayor grado cuanto más difícil es el avance. En el estudio de la evolución el avance es también muy lento y difícil como habrá notado quien haya leído algo de paleontología clásica, algo anterior a este boom darwinista que permite, por lo que se ve, un avance no rápido sino supersónico. Cuando en el tercer encuentro, en el capítulo dedicado a los orangutanes se nos indica que vamos por nuestro tatarabuelo número 650000 uno no puede disimular una sonrisa. En capítulos sucesivos, este tipo de información sobra.

Afortunadamente, de las casi novecientas páginas del libro, pocas se dedican a justificar la vieja hipótesis del gen egoísta. Estas y algunas otras se pueden pasar por alto. Recomendaría borrar el contenido de las páginas 80 y 81. Si alguien pretende entenderlas, la jaqueca está garantizada.

El libro falla por la arrogancia de su autor. Si la supuesta teoría unificadora, la SN, no aporta nada en biología, su visión dogmática de la evolución hace un flaco favor a la percepción de la ciencia. ¿Qué nos queda entonces? Lo de siempre: el rancio poso del darwinismo, lacra y rémora de la biología actual intentando imponer su vía única de pensamiento basada en la tautología de la SN. La autopista supersónica en la que la se intenta que todos viajemos con la imaginación y el rigor científico encerrados en el maletero del dogma antiguo y arrogante. Pero, como dice Andrés Rábago, "El Roto" en una de sus viñetas: si todos vamos en una dirección, entonces,.........¿cómo sabremos que no hay otra?

http://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/resenas/ensayos/resena.asp?id=332


Blogalaxia: ~ Technorati: ~ AgregaX:

lunes, 3 de noviembre de 2008

El diseño inteligente (ID), producto de la ingeniería social (I, Ingsoc) del darwinismo (D)









Acabo de leer el libro titulado “Dissent over descent”, que podría traducir al español como “disidencia sobre la ascendencia”. Su autor, Steve Fuller, profesor de sociología en la Universidad de Warwick, autor de varios libros de Filosofía de la ciencia, fue testigo en el caso Kitzmiller vs. Dover Area School District (2005), un juicio que se ocupó de la enseñanza del Diseño Inteligente (ID) en las clases de ciencia en USA.
Fuller, que no es biólogo ni está particularmente bien documentado en algunos temas de biología, sigue la moda del momento e identifica en repetidas ocasiones a Darwin con la Teoría de la Evolución. Es decir, pretende hacer pasar a la Teoria de Evolución de las Especies por Selección Natural (darwinismo), por la única y verdadera Teoría de la Evolución, y esto es un grave error. Por mucho que, además de Fuller, Gould, Dawkins y toda la plana mayor del darwinismo se empeñe, sigue siendo un grave error. Aunque si, además de empeñarse todos ellos, el empeño alcanza también a sus críticos, es entonces cuando ya, casi sin lugar para más dudas, podemos afirmar que estamos perdidos. Cuestión ésta que ya he tratado en un artículo y que procuraré abordar después de escribir dos párrafos pero que, de momento, queda pendiente aquí expresada de este modo: ¿Estaremos ya perdidos sin remedio?
Parece que sí, ya que ninguno de los críticos del libro de Fuller se ha dado cuenta de su error catastrófico. Y digo parece porque supongo que, tal vez, hayan disimulado, o no hayan querido darse cuenta con el fin de mantenerse a salvo, porque criticar hoy a Darwin puede ser nefasto tanto para una carrera científica, de crítica editorial como literaria. Así Steven Rose, en su comentario del libro, publicado en The Lancet (vol 372, 9637, 437-438), pasa por alto (o elude) este importante fallo y en el mismo error cae AC Grailing quien escribe su crítica desde un medio pomposamente denominado New Humanist: the Magazine of free thinkers.
Si los darwinistas insisten tenazmente en mantener como verdad única su falsedad fundamental consistente en identificar a la Teoría de la Evolución con el darwinismo (selección natural) y sus críticos (?) apoyan esta comedia, ¿Adónde irán entonces a parar la apertura de miras y la objetividad que fundamentan la ciencia? ¿A dónde la ciencia así des-fundamentada?
A ambas, a la señora objetividad y su todavía joven hija, la ciencia, se las llevará el viento y entonces tendremos que gritar, ….¡adiós Madrid, que se queda sin gente! O,........... ¿es que acaso puede haber alguna solución? Aparte de deprimirse y llorar ante el panorama de la biología secuestrada por el darwinismo, una solución consiste en consolarse con Galileo, a quien se atribuye la frase que dice: “en cuestiones de Ciencia la autoridad de mil no vale lo que el humilde razonamiento de un solo individuo”.
Vamos, pues, adelante, con este consuelo galileano y, desde la soledad, a comentar el libro de Fuller.
La Teoria de Evolución de las Especies por Selección Natural es tautológica e indemostrable y por lo tanto no es una teoría científica. Si yo contestase a quien me pregunta: ¿Cómo han evolucionado las especies?, que las especies han evolucionado por selección natural, entonces quien me pregunta lícitamente podría quejarse de la falta de rigor científico en mi respuesta. No me cansaré de repetirlo y explicarlo. Las mejores definiciones de selección natural hacen reír al más pintado. Si se habla de Teoría de la Evolución, se está empleando el término Teoría en su sentido más amplio, significando conjunto de conocimientos en general (en este caso, acerca de la evolución) porque es ridículo pensar que una Teoría (en sentido restringido, como algo que se puede comprobar experimentalmente y refutable) puede explicar la transformación de las especies.
Si es ridículo pensar que una teoría pueda proporcionar la explicación de todos los cambios en las formas de la vida sobre la tierra, mucho más lo es pensar que todo se explica mediante la “selección natural”. Esto debería saberlo Steve Fuller. Pero no, el docto “maverick supporter of ID” y “social constructionist” (como le llama Steven Rose en su comentario publicado en The Lancet), no lo sabe. Rose tampoco. Pero entonces,…..¡Un momento!. ¿No lo saben, o,…. No será que no quieren saberlo?, porque si tiene razón Rose, y Fuller es realmente un social constructionist, un ingeniero social, a lo mejor lo que ocurre es que Fuller está construyendo la teoría del ID, o colaborando en su construcción. Si así fuese, y Fuller estuviera obrando como “construccionista” o “ingeniero social”, esto significaría que hay un objetivo social en la obra de Fuller. ¿Cuál sería dicho objetivo? ¿Para qué podría Fuller estar jugando ese doble juego tan evidente de alabar a Darwin y defender el ID? Pues hay una respuesta bien clara que aquí propongo: para respaldo y defensa del darwinismo. Lo indiqué en otra entrada: Creando enemigos ficticios, los darwinistas descansan del acecho de preguntas indiscretas (la biología contiene cuestiones demasiado insidiosas para el darwinismo, por eso la necesidad de secuestrarla) y así se mantienen fuertes con la única preocupación de controlar el mundo editorial.
Si así fuese, iríamos, poco a poco, acumulando pruebas a favor de que el creacionismo en general, y el ID en particular son construcciones de la ingeniería social de mentes darwinistas (el Partido de Orwell). Es un hecho de sobra comprobado que, en general, la realidad imita a la ficción y ya hemos dado algún ejemplo de cómo, la actualidad, imita a la novela 1984 (en ella, Orwell utiliza el término Ingsoc como acrónimo de Socialismo Inglés pero aquí me parece más adecuado usarlo como Ingeniería Social). Que nadie venga, por favor, con que el creacionismo es tan antiguo como las religiones. NO! Una cosa es creer y otra proponer, desde un punto de vista interno a la ciencia, que la fe se opone al estudio de la evolución. Muchos científicos de todas las épocas tuvieron fe y desde sus puntos de vista contribuyeron al avance de la Ciencia. En el estudio de la transformación de las especies no tiene porque ocurrir lo contrario. El creacionismo no existe, no tiene fundamento ninguno y sólo es una palabreja fruto de la Ingsoc del Partido darwinista.
Hecha esta anotación y antes de entrar en harina, hay otra curiosidad que quisiera comentar. En el índice del libro comentado (p 263) no aparece la palabra Darwin. ¿Por qué será? Es bien sencillo, las palabras Darwin, darwinism y neodarwinism aparecen un total de 305 (trescientas cinco) veces en el texto. Si tuviese que aparecer en el índice un autor (Darwin) que ha sido citado tantas veces, ocuparía toda una página o más y el resultado sería escandaloso. Ver por ejemplo la imagen para una muestra y ya me dirán si semejante estructura literaria puede o no puede responder a un discurso coherente o si su composición no tiene toda la pinta de ser un producto de diseño editorial (esta vez poco inteligente), de Ingsoc.









Un texto así escrito, es decir a base de citar a Darwin como prócer único de la evolución cientos de veces y luego rellenar los escasos huecos que queden en el papel con textos de contenido variado, tiene la ventaja de que en estos tiempos se publica bien, porque tanto las editoriales como sus propietarios son darwinistas. Creen firmemente en la importancia vital de la competición y de la selección natural, esas fuerzas naturales, siempre misteriosas y a-científicas que les han llevado hasta donde se encuentran, es decir, en todo lo alto y les interesa fomentarlas. Pero este tipo de texto tiene, por otro lado, el inconveniente de que se lee mal. La selección natural encierra estas paradojas y es que si uno se centra en competir no se da cuenta de que el que compite peor puede ser mejor observador.
Así, Fuller que puede ser un buen competidor para publicar bien y vender muchas copias de su libro, paradójicamente no se toma la molestia de explicar claramente en qué consiste la idea de diseño. Cuando lo hace, es de aquella manera, por ejemplo (p 176):
In biology, the design standpoint is captured by the idea of the “selection environment”, which is neither so rigidly nor so quantitatively defined as “frame of reference” in physics. Biologists assume that there is ultimately one selection environment –the one that has actually operated on Earth-but that its carácter is established only once certain organisms, organs or cells are observed (or inferred from the historical record) to have been selected. How then, might one characterise this selection environment?
Mención triple de selection environment, ¿Les suena? Pues sigan leyendo más adelante (p 177):
Here Darwin’s view that natural selection ultimately trumps all efforts at artificial selection rules supreme.
Mmmmmm! Vaya, vaya, con el ID y su “maverick” supporter, como le llama Steven Rose, si todo esto suena al más puro darwinismo…
El autor está más a gusto cuando habla de Filosofía que cuando se refiere a la biología. Acierta cuando explica en distintas ocasiones que la ciencia tiene un fondo filosófico. Así cuando dice (p 124):
The task of explaining natural phenomena involves much more than explaining a series of isolated evens in the World, each individually. It also involves explaining how tose events manage to hang togheter to constitute a coherent World order
Pero yerra al pensar que ID será todo aquello que no sea producto del azar y la necesidad (p 121). La realidad es más sencilla que todo eso: ID será todo aquello que sea diseñado y si no hay diseñador, no hay diseño. Para un colectivo de lectores adultos e independientes, no cabe el absurdo que Ayala mencionaba en su artículo apologético del darwinismo en PNAS el año pasado: Diseño sin diseñador.
Lo que define el ID ha de ser necesariamente la presencia de un diseñador que, como principio inspirador puede valer perfectamente, pero permanecerá imposible de probar. Las diferentes formas de la vida y sus cambios pueden perfectamente explicarse desde perspectivas religiosas, menos religiosas o ateas, cada cual será libre de elegir. Pero en ciencia, la discusión debe centrarse en aspectos de la ciencia, no de sus fundamentos filosóficos o de la inspiración metafísica de cada uno. Tales fundamentos han de permanecer abiertos y dispuestos para su libre discusión, pero en foros diferentes del puramente científico. Lo que sea el azar y la necesidad habrá que discutirlo en algún otro lugar, pero no por descubrir leyes significa que hay diseño. Para que haya diseño no basta con leyes, ha de haber un diseñador.
El libro contiene múltiples ejemplos de darwinismo (¿será cripto-darwinismo?) entre algunas otras lindezas.. Veamos algunos ejemplos:
Linnaeus was a special creationist (falso, creacionismo no podía concebirse en la época de Linneo y es una palabreja absurda y sin significado ahora, mucho menos antes). (p 62)
Impolitic though it may be to admit, to view science as an endeavour whose value surpasses that of other secular activities makes sense only if there is an overall design to nature that we are specially well equipped to fathom, even though most of it has little bearing on our day-to-day animal survival. (p 70)
Mendel shared this interest in the rationalisation of nature. It accorded well with the bold Augustinian reading of Genesis, in which the impedments posed by unruly matter force God to execute the creation in stages over six days (p 84)
Darwin elaborated for many kinds of plants and animals the specific terms under which the struggle for survival occurred in nature. Natural selection did not appear as in Spencer’s promiscuously proliferating analogies, the precursor of Daniel Dennet’s crude and bloated “panselectionism”- but as subtly emergent feature of nature that merited further empirical study. It was in this spirit that John D. Rockefeller invested millions of dollars in social and biological research; in the hope that humanity’s adaptive capacity might be at least marginally improved over the odds on offer in nature. (p 92)

Pero tiene también frases muy acertadas y así el capítulo titulado “Is there a middle ground between creation and evolution?” podría ser el más inspirado:
The ground rules of science are always being renegotiated (p110)

Ayala appears to be under the misapprehension that Darwin clarified, rather than obscured, the nature of life (116)
Darwinian evolution’s capacity for obscuring the nature of life is epitomised by Ayala’s subtitle “Design without designer” (118)

En definitiva, la lectura del libro y de sus críticas posteriores, viene a apoyar la hipótesis surgida en este blog señalando que, tanto el ID como el creacionismo son productos estratégicos del darwinismo para mantener en pie su planteamiento científico, el más erróneo de toda la historia que tiene secuestrada desde hace décadas a la biología y que consiste en la torpe idea de que la competición es base y fundamento de la vida.
Estaré encantado de discutirla